A MANERA DE INTRODUCCIÓN
¿Tiene existencia real un tipo, un modelo, un ideal de la buena vida? ¿Existen una forma buena y mala de vivir? Si la respuesta es afirmativa, entonces, ¿dónde es posible encontrar ese modelo y qué tan imperativa es la necesidad de seguirlo?
Que el ser humano fuera consciente de la factibilidad de hacerse estas interrogantes sobre la vida en su conjunto, hubo de ocurrir muy pronto en la historia de la humanidad. Porque, es real que hombres y mujeres noten que les conducirá al éxito, no simplemente cualquier manera de realizar sus acciones, sino que, aquellas maneras que tomen en cuenta que existen buenas y malas formas de llevarlas a cabo.
En los albores de la historia de la especie humana, se encuentra que ya habían sido formuladas estas preguntas. Y, además, que ya se les había dado alguna forma de respuesta. Ilustran esto, códices de costumbres incorporados a la vida de tribus y gens. Aunque se estila plantear que la moral es anterior a la ética, pues esta última surge al formarse la sociedad de clases. Pero, lo real es que, aunque no haya aún una teoría elaborada sobre la conducta humana en el régimen primitivo, es propio del ser humano buscar su bienestar normando su vida en torno a lo bueno y lo malo para ella. En relación con la cultura occidental, se atribuye a los griegos (concretamente en los días de los sofistas y Sócrates) el haber iniciado, de manera reflexiva, su insaciable curiosidad hacia la sociedad, la vida humana y hacia sí mismos. Conformándose, con el tiempo, el estudio como examen de toda la conducta humana, que denominaron ética.
I. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA ÉTICA Y SU IMPORTANCIA
1.1 Ética y moral: sus diferencias
La ética o filosofía moral se define como “la ciencia de la conducta”. Y, también como, “ciencia de la moral”. Proviene de “ethos”, término griego al que se identifica con costumbre. Y, en forma más amplia, con un tipo más fijo de costumbres, utilizándose a menudo, para designar el carácter del ser humano. “Ethos remite a casa, morada, identidad. Ethos designa el vigor que mantiene y alimenta la identidad profunda de un pueblo. En un segundo momento, ethos pasa a entenderse también como identidad profunda de las personas”.[1]
La palabra latina para costumbre es “mos” y su plural “mores”. Que, viene a ser el equivalente del ethos griego. De mores se derivan las palabras moral y moralidad. Por eso, la ética es llamada “filosofía moral” y por derivación “el estudio de las costumbres humanas”.
Ética y moral, tradicionalmente se diferencian. Reservándose, para la ética, la concepción de filosofía, y, para la moral, los códigos específicos de comportamiento. En otras palabras, una (la ética) es lo teórico y la otra (la moral) lo práctico; lo que se denomina la moralidad (relación entre la ética y la moral, la tensión entre lo teórico y lo práctico). Pero en el fondo, ambas, cuando se las comprende correctamente, se complementan entre si: las dos están al servicio de lo humano y se remiten a él. De ello, se acostumbra usarlas indistintamente.
Hay diferencias de grado en las costumbres humanas que son meras convenciones sociales (modos de vestir, modales en la mesa, formas de lenguaje, la etiqueta, etc.) y las normas que se caracterizan por ser costumbres que parecen más fundamentales (decir la verdad, pagar las deudas, honrar a los padres, respetar la vida humana, preservar el entorno ecológico, etc.) y, que ya no son “maneras” como las anteriores, sino que son “moral”. Ya semejante conducta provoca la sensación de que la o el individuo actúa no sólo por costumbre, sino que tal como “debe ser” y que si se aparta de ella, está obrando mal. Es la conducta resultante de un “principio” inherente al propio ser humano y no un capricho arbitrario. De ello se define la moral como “(...) un conjunto de normas y reglas de acción destinadas a regular las acciones de los individuos en una comunidad social dada”.[2]
La ética trata sobre la moral. Se puede decir que la ética es el estudio de lo “bueno” y lo “malo”. De lo que está bien y de lo que está mal en la conducta humana. El estudio de la costumbre humana, desde el punto de vista de la moralidad, partiendo de sus causas, condiciones históricas y formas de manifestarse. La ética, entonces, es la parte de la filosofía que busca cómo entender y justificar racionalmente los contenidos morales. Entendiéndose la moral como “Un sistema de normas, principios y valores, de acuerdo con el cual se regulan las relaciones mutuas entre los individuos, o entre ellos y la comunidad, de tal manera que dichas normas que tienen un carácter histórico y social, se acaten libre y conscientemente, por una convicción íntima, no de un modo mecánico, exterior o impersonal”.[3]
1.2 Carácter social del comportamiento moral
Si la moral es inseparable de la actividad práctica del ser humano tanto a nivel material como espiritual, la ética jamás podrá dejar de tener, como fundamento, la concepción filosófica del ser humano, comprendido como ser social, histórico y creador. De un ser entendido como sujeto del comportamiento moral que se manifiesta concretamente. Pero que, como ser social, independientemente del grado de conciencia que tenga de ello, forma parte de determinada estructura social. Se inserta en un tejido de relaciones sociales y que por tanto, su modo de comportarse moralmente no puede tener un carácter meramente individual, sino que, es fundamentalmente social. Pero, además del alto grado de importancia que tiene el conocimiento de los factores sociales del comportamiento moral, para la ética no debe pasar desapercibido que los actos morales individuales no se reducen a su forma social, colectiva e impersonal, aunque se hallen condicionados socialmente. Porque, para poder hablar con propiedad del comportamiento moral de una persona, es necesario que los factores sociales que influyen en ella y la condicionan, sean vividos personalmente, interiorizados, pasados por su conciencia. Pues sólo de esta manera podría ser juzgada como responsable de su acción y decisión. Además, la ética como teoría de la moral ha de tener presente un comportamiento humano que se varía y se diversifica en el tiempo. Esto, para no caer en una concepción absolutista y suprahistórica de la moral.
La filosofía es concepción, interpretación y conducción de la vida humana; es teoría y práctica concretada en una praxis social - histórica. La filosofía entendida así, no puede permitir pasar por alto, el hecho de que los seres humanos forman y se forman juicios sobre lo que es bueno y lo que es malo. Ese hecho de experiencia humana básico del que parte la ética, tiene mucha significación, para la filosofía. Y, por tanto, habrá de averiguar e investigar todo lo que él implica. Indagar, si las personas están en lo cierto o están equivocadas al distinguir lo que está bien de lo que está mal. O sea, es necesario saber por qué causa, con fundamento en cuáles razones y de qué modo, tal juicio se justifica o no. Sin prejuzgar el caso, ni en un sentido ni en otro, sino buscando la mayor objetividad en la investigación, para ser justo en la conclusión. La ética es sobre todo, una reflexión sobre la praxis humana dirigida a saber cuál es el fin que ésta debe perseguir y cuáles son los deberes y las tareas que se le imponen en cada momento concreto si quiere alcanzar ese fin.
Pero no es fácil la tarea de establecer el fin que los seres humanos con su praxis deben seguir. No hay un acuerdo unánime en las distintas sociedades y culturas al respecto. Los bienes que se deben seguir y los males que se deben evitar, están investidos de particularidades que demuestran desacuerdos. Por eso, la tarea del filósofo o filósofa, que reflexionan sobre la moral es la de tratar de conseguir alguna claridad en este punto. Es decir, fundamentar la ética, demostrando de un modo seguro, cuáles son los auténticos bienes que se le ofrecen al ser humano y porqué debe seguirlos.
1.3 Ética y moral en la formación del ser humano
El ser humano al mismo tiempo que es producto de relaciones también las produce. Por tanto, es responsable, en cierta medida, de lo bien o mal que pueda darse su convivencia con las y los demás. Asimismo, tiene responsabilidad en la asunción de los comportamientos que afectan sus relaciones. Esto significa que el ser humano, dentro de todos sus condicionamientos naturales y sociales, dispone de un cierto margen de libertad. Es esta libertad la que plantea a la filosofía el problema ético.
El ser humano da un sentido a su vida y la vida humana tiene un sentido. Sentido que posee diferentes formas de entenderse y proyectarse. Pero, que en última instancia, sólo es auténtico si está dirigido al cultivo y respeto de la libertad como signo de dignidad humana. Eso hermosamente definido como: “La eterna aristocracia de la naturaleza humana la libertad“.[4]
Establecido que la autenticidad del sentido de la vida humana radica en respetar la libertad de hombres y mujeres, habría que entender que la libertad en el ser humano no se caracteriza por ser una libertad abstracta. Al contrario, se manifiesta como libertad concreta. Es decir, que no por ser libres, los seres humanos pueden hacer “lo que se les venga en gana”, de manera arbitraria e indeterminada en absoluto. En el accionar libre tienen influencia muchos condicionamientos externos que provocan la acción de la conducta individual del sujeto modulado por el mundo en que vive.
Establecer que la libertad es concreta, significa aceptar de antemano que los hombres y mujeres son sujetos históricos. Que sus constituciones naturales los condicionan en diversidad de aspectos. Pero, que también como seres sociales, son formados por el tiempo en que les toca vivir socialmente. Hay un intercambio dialéctico entre lo libre individual y lo establecido histórico-social en la producción del accionar humano. La persona que quiere, decide y actúa en cierta dirección no sólo determina, sino que se halla determinada. Es decir, no se inserta únicamente en las relaciones causales alterando o modificando con su decisión y su acción los hechos. También obedece en su comportamiento, a causas internas y externas inmediatas y mediatas, de tal manera que en vez de romper la cadena causal, la presupone necesariamente.
El entorno material, político, jurídico, cultural, etc. brinda concretamente al ser humano una serie de posibilidades reales de vida y acción. Pero también le obstaculiza muchas aspiraciones, deseos y sueños. El momento histórico concreto de la sociedad en que está viviendo la persona es el que delimita la cantidad y la calidad, para su accionar. Por ello, es fundamental entender que, no es posible hacer cualquier cosa en cualquier momento y en cualquier lugar. A esto se debe que los problemas morales sean producto del discernimiento y la deliberación que se realice sobre la base de lo realmente posible, en un momento y unas circunstancias concretas dadas. Que no sean sólo producto de la libre elección y preferencia de los individuos en abstracto. No es cuestión de libertinaje anárquico y voluntarista, de un libre albedrío individual en exclusiva, ajeno a los condicionamientos concretos de la realidad concreta. Por eso “La libertad no es indeterminación, sino que es autodeterminación del hombre [y la mujer] a partir de unas circunstancias concretas”.[5]
La libertad concreta presenta a los seres humanos una serie de posibilidades, entre las que estos encuentran una o más opciones. Por tanto, les brinda la oportunidad de elegir la opción más adecuada, más valiosa, más preferible. Al optar, necesariamente, tendrán que hacerse una interrogante de carácter ético. Pero, para conducirse adecuadamente en la formulación de la pregunta y obtener la respuesta correcta, es fundamental, que los seres humanos, de antemano posean una idea general de lo que está bien y lo que está mal. Pues, no toman decisiones arbitrariamente, improvisadas a cada rato, desligadas de todo conocimiento. Por el contrario, la cultura adquirida en el momento histórico que les toca vivir, les ha proporcionado una serie de conceptos sobre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto. Reflejándose en esos conceptos la concepción, relativamente general, con respecto a lo que es el ser humano y los fines que deben guiar su vida.
La moral es histórica, precisamente, porque está dada en la manera de comportarse de un ser perteneciente a la especie humana, que es por naturaleza capaz de hacerse a sí mismo. Y, también de autoproducirse constantemente, tanto en el plano de su existencia material como espiritual. Es decir, que es un ser histórico. Por eso, es real que: “Así como unas sociedades suceden a otras, así también las morales concretas efectivas se suceden y desplazan unas a otras”.[6]
Cuando se establece para la ética un sentido general, se le está diferenciando de las concepciones escépticas que la ubican como desposeída totalmente de valores de observancia universal, con validez, para todos los seres humanos. Hay quienes relativizan al máximo la moral. Concibiendo, así, a las normas éticas y a las ideas que sobre lo bueno y lo malo se establecen, como producto de la casualidad y no como necesidad de la existencia humana. Es decir, se plantea que todo lo establecido como norma de comportamiento en general, no es más que consecuencia de subterfugios, prejuicios o mecanismos de opresión voluntaristas, con el fin de someter a los hombres y mujeres de tal o cual sociedad. Sostiene, este escepticismo moral, como verdad absoluta, que existen tantas morales como culturas. Y, que por tanto, no es posible una moral universal. Que en última instancia, si la hubiera, ésta es imposible de ser conocida.
La formación ética y moral del ser humano está muy ligada con el respeto a la libertad. Y, por consiguiente, a la no enajenación de éste con respecto a la realidad natural y social. Conducta ética significa comportamiento que conduce a la liberación de la enajenación. Así, con respecto a la ética, la liberación de la enajenación se presenta como un problema de complejidad en su concepción. Para algunos pensadores, por ejemplo, todo tipo de enajenación es condenable. Por cuanto supone la separación de los hombres y mujeres del producto de su actividad. Manifestándose contraria al respeto de la libertad, al negar el control que ellos y ellas, debieran ejercer sobre su propia actividad. Sin embargo, las épocas históricas se diferencian sustancialmente con el desarrollo de los medios técnicos que permiten conquistar la naturaleza y controlar racionalmente la vida social. De ahí, que no es posible emitir juicios morales respecto a épocas en que el ser humano vivía enajenado de su realidad tanto natural y social por imposición histórica.
Habría que hacerse una demostración científica en cada caso, para ver hasta dónde el control sobre la naturaleza y por ende el social, justifican en una u otra medida la enajenación. Dado que, lo contrario sucede cuando ya el desarrollo de la sociedad es tal, que están dadas las posibilidades para racionalizar la vida social de manera que ésta no sea enajenada. En este tipo de sociedades sí ya son condenables moralmente la enajenación económica política, ideológica y cultural. Pues, sí está operando un libre albedrío de ciertos seres humanos dominando a otros, y, conduciéndose al margen de la ética, con respecto a sus semejantes y al medio natural. Porque, la enajenación no es algo insuperable. Existen las condiciones históricas para su superación.
De lo anterior, se puede deducir que, ya para estos momentos del desarrollo social, sí es antiético e inmoral no permitir la libre y armoniosa acción de los hombres y mujeres sobre el medio natural, cuando las estructuras sociales están organizadas y dirigidas de tal manera que se provoca la enajenación de la mayor parte de la especie humana. Por lo tanto, viene bien citar que:”Si el hombre no dirige colectivamente su actividad económica, si no organiza democráticamente su vida social y si no es capaz de liberarse de las imposiciones ideológicas cuando existe ya la posibilidad de hacerlo, es que su actividad social está configurada de un modo moralmente condenable”.[7]
Hay una obligatoriedad moral. Es decir, que la conducta moral se caracteriza por ser una conducta debida y obligatoria: el sujeto (hombre o mujer) está obligado a comportarse excluyendo o evitando los actos prohibidos por una regla o norma de acción. Por tanto, es propio de la obligatoriedad moral, la imposición de deberes. Pues, “Toda norma funda un deber”.[8] Así que, aunque obligatoria, la forma de conducta moral se diferencia de otras, como las jurídicas y las del trato social. Esto sucede, precisamente, porque la voluntad del sujeto moral es una voluntad libre. Además, también son fruto de una convicción interior que coadyuva a su acatamiento y no de la simple conformidad impersonal, forzosa o exterior. La conducta moral es entonces, una acción humana libre y obligatoria.
Desde los orígenes mismos del ser humano la necesidad de ajustar la conducta de cada miembro de la colectividad a los intereses de ésta fue un hecho. Y, aunque esa absorción de lo individual por lo colectivo aparece como límite de la moral para ese entonces, hoy es viable que se considere, bueno o beneficioso, moralmente aceptable, éticamente recomendable, todo aquello que contribuya a reforzar la unión o la actividad común (pero como productos de responsabilidades propias y decisiones personales). Siempre conceptuando a la humanidad como un todo único y diverso, cuya unidad en la diversidad es base para el respeto de la libertad, de individuos que pertenecen a una especie total. Por el contrario, entonces, será malo, peligroso y condenable moralmente, todo cuanto contribuya a debilitar o minar esa unión, provocando el aislamiento, la dispersión de esfuerzo, la discriminación y separación de voluntades, el absoluto individualismo, el exclusivo egoísmo, y todo cuanto imponga línea divisoria entre los seres humanos. Por ejemplo, la exuberante opulencia de unos pocos individuos, enfrentada a la excesiva miseria de las mayorías desposeídas de los más elementales derechos humanos, en los países del continente latinoamericano, es un hecho en que nadie estará en desacuerdo con calificar como algo que contradice la concepción de la especie humana como un todo diverso, pero único. ¿A qué libertad humana podrá hacerse referencia acá? ¿Esto es éticamente aceptable o debe ser condenado como algo contrario a lo moralmente viable?
Los cambios históricos (por el aumento general de la productividad del trabajo, y la generación de nuevas fuerzas de trabajo) provocaron y provocan cambios en la moral de la sociedad. La división de la sociedad en clases, se tradujo en división de la moralidad. La desaparición de la comunidad primitiva provocó la desaparición de la unidad moral. Empieza la doble moral: una, dominante, que se tenía por la verdadera y, la otra, la de las y los dominados. Con cambios sustantivos insoslayables, siempre la existencia de desigualdades de clases (fundamentadas en desigualdades económicas) propicia dobleces en la moralidad. Por ejemplo, los rasgos de la moral esclavista, por las condiciones en que los esclavos vivían, que hacían imposible que estos pudieran forjar una moral propia, y menos que de su clase emergieran teóricos que lograran justificarla y fundamentarla. Ya se dan así tal cual eran, en la sociedad capitalista industrial y técnicamente desarrollada. Pues, la economía se rige, antes que nada, por la ley del máximo beneficio. Y, esta ley genera una moral propia. Es el terreno propicio, para que en las relaciones entre los seres humanos individualizados, florezca el espíritu de posesión, que lleva al individualismo exacerbado, al egoísmo, la hipocresía, el cinismo. Como cada quién confía sólo en sus propias fuerzas, desconfía de la fuerza de las otras y los otros. Por tanto, busca su propio bienestar, aunque haya que pasar por encima del bienestar de las y los demás. La sociedad se vuelve un campo de batalla en el que se libra la guerra de todos contra todos.
Entre más posibilidades brinda a sus miembros, para que asuman la responsabilidad colectiva o personal de sus acciones, la sociedad será más rica moralmente. La auténtica moral va a ser aquella en que la humanidad conjugue los intereses de cada uno, con los de la comunidad. Una moral que no sacrifique lo individual positivo en aras del bienestar colectivo y viceversa. La organización social que sirva de base a este tipo de moral, tendrá que suponer el libre desarrollo de cada individuo sin detrimento del libre desenvolvimiento de la comunidad. La elevación de la moral a un peldaño superior requiere tanto la superación del colectivismo primitivo, en el marco del cual no podía desarrollarse libremente la personalidad, como del individualismo egoísta, en el que el individuo sólo se afirma a despensas del desenvolvimiento de los demás.
Las estructuras sociales, sobre las que justamente se monta la historia de la humanidad, poseen sus propias leyes, que no siempre van a estar en dependencia, ni mucho menos, de la voluntad o deseo de los seres humanos. Estas estructuras brindan a los seres humanos una serie de posibilidades reales, para que las aprovechen y actúen en función de su transformación con determinada dirección. Precisamente, ahí es donde se manifiesta la “libertad concreta” del sujeto moral: en la interacción entre ser humano y circunstancias, entre individuo y naturaleza, entre persona y sociedad; entre el ser social y la conciencia social, que lleva implícita la conciencia moral.
Un suficiente conocimiento de las ciencias sociales y humanas que se relacionan con la conducta de hombres y mujeres, es requisito básico, para que las y los estudiosos del campo de la ética, emitan juicios objetivos y válidos. Juicios que tomen en cuenta que sólo cuando se parte de las posibilidades reales que enfrenta el ser humano, un grupo, una clase o una sociedad, entonces, un criterio moral tendrá aplicación. Porque, ya sean abundantes o escasas, las posibilidades reales y concretas que se ofrezcan al sujeto o al colectivo, siempre será de suma importancia conocerlas en su cantidad y cualidad, antes de emitir algún juicio moral.
II. LOS VALORES EN LAS SOCIEDADES ACTUALES
2.1 ¿Qué son los valores?
Del griego “axios” se deriva el término valor. Los valores se definen como: “Todo objeto de preferencia o de elección”.[9] O, también como “Las propiedades de los objetos materiales y de los fenómenos de la conciencia social; caracterizan el significado de unos y otros para la sociedad, para la clase, para el hombre".[10] El valor es la cualidad atribuida a un objeto o cosa natural o producido por el ser humano, así como a un determinado comportamiento o conducta. Hay valores materiales (objetos, cosas) y valores espirituales (ideas, juicios, pensamientos). Tanto unos como otros designan el interés que para hombres y mujeres poseen los productos del trabajo manual como los del intelectual. O sea, el interés que los seres humanos sitúan en todo cuanto existe producido por la cultura.
Cuando se habla de valor se hace referencia a la utilidad, la bondad, la belleza, la justicia, etc. como también a sus opuestos (inutilidad, fealdad, maldad, injusticia, etc.) contenidos en los objetos o en las actitudes de los seres humanos. Los valores son representaciones en la cabeza de los individuos, sobre las cualidades naturales y atribuidas que poseen los objetos y fenómenos relacionados con la vida de la especie humana. Las representaciones de valor poseen un carácter práctico: no sólo reflejan determinada realidad, sino que además, orientan la actividad de los seres humanos. Tienen tal importancia, que hay una rama de la filosofía que se dedica exclusivamente al estudio de ellos: la axiología o doctrina de los valores. Y, hoy más que nunca la axiología está muy ligada al estudio de la libertad, la persona y la cultura.
No hay existencia de valores “en sí” a manera de entes irreales, sino que existen objetos reales (bienes) que tienen un valor. Por lo tanto, no están al margen del mundo objetivo, sino que se dan en la realidad natural y social manifestados en forma de propiedades valiosas de los objetos y fenómenos que conforman esa realidad.[11] De esto se deduce, que los valores cuentan con la existencia de ciertas propiedades reales (naturales o físicas) que son el soporte indispensable de esas propiedades que el ser humano considera valiosas. Pero valiosas potencialmente. Porque, para que las propiedades reales que sustentan el valor (y sin las que éste no sería un hecho) se conviertan en propiedades valiosas efectivas, se hace indispensable que el objeto o fenómeno entre en un proceso de valoración. Es decir, que se conecte con un sujeto cuyos intereses y necesidades sociales lo llevan a valorar su entorno natural y humano. Así el valor efectivo toma el lugar del valor manifiesto potencialmente. Por consiguiente, es de suma importancia, comprender:
a) Que los objetos o fenómenos no poseen el valor de por sí, dado de una vez y para siempre, sino que lo adquieren, por su relación con el ser humano que es un ser social.
b) Que los objetos y fenómenos, sólo adquieren la calidad de valiosos, cuando efectiva y objetivamente, están dotados de ciertas propiedades.
2.2 Algunas reflexiones importantes sobre la teoría de los valores
a) Tanto el valor material como el espiritual son producto social. Por ejemplo, un vaso, que es un instrumento para beber y de ello resulta útil al ser humano, se representa con un conjunto de relaciones que lo identifican como fenómeno social: un objeto con valor de uso (sirve para beber), valor económico o simplemente valor (mercancía producto del trabajo humano), valor estético (si representa un objeto de arte). No es el simple objeto material, sino además de serlo, como fenómeno social representa un artículo de consumo, un objeto bello, un objeto de valor humano. Su valoración está en función de los criterios de los individuos sociales. Pero, también necesita estar dotado de ciertas propiedades para ser considerado valioso. Así, un vaso roto o mal elaborado, necesariamente será objeto de otra valoración por el sujeto con el que entre en relación.
b) Los objetos valiosos naturales (existen al margen o independientemente del trabajo humano) y artificiales (producidos, creados por el ser humano) no son valores morales. Estos últimos sólo se dan en los actos o productos de los seres humanos. Únicamente aquello que lleva en sí una significación humana y que los hombres y mujeres reconocen como suyo (lo realizado consciente y libremente) es susceptible de ser valorado moralmente. Toda valoración moral comprende tres elementos, sin los cuales tal valoración no es posible; el valor atribuible, el objeto valorado (actos o normas morales) y el sujeto que valora.
c) Los valores poseídos por los seres humanos a escala moral, tanto a título personal, como social, reflejan su condición real de comportamiento al relacionarse con su entorno natural y con los demás seres humanos. Forman parte de la sociedad y están estrechamente ligados en su naturaleza con los cambios que se dan en el transcurrir histórico. Las acciones de los hombres y mujeres llevan en sí el sello de la escala de valores que les ha producido su concepción sobre el ser humano y la vida. Tienen mucho que ver con el tipo de educación y el nivel de desarrollo cultural general. Reflejan el concreto momento histórico-cultural en que un individuo, un grupo, una clase, una sociedad se encuentra. Las normas morales son conductoras de valores y sobre todo, están subordinadas a lo cultural. Por ello, los hombres y mujeres no pueden ser juzgados en su conducta moral, tomando como fuente de criterio, la concepción de que tal conducta es determinada por su naturaleza. Por ejemplo, indistintamente de su color y origen étnico, un ladrón puede ser negro, indio, anglosajón, chino, árabe, japonés, etc.
d) Si se entiende la valoración como el acto por medio del cual el sujeto humano atribuye valor a una acción o producto humano, inevitablemente, esto implica entender que se valora bajo condiciones concretas. Y, que por tanto, los elementos que intervienen en la valoración poseen carácter concreto, histórico-social. Puesto que los valores se dan “por” y “para” el ser humano, se concretan de acuerdo con las formas que adopta la existencia de hombres y mujeres como seres histórico-sociales. Es la realidad social la que impone sus normas y determina qué es bueno o malo y qué se puede ser o hacer, según las condiciones que oferte. Pero, eso no quiere decir que la persona no pueda elegir en un momento dado, sobre lo que le conviene o no. Que no sea capaz de distinguir entre lo que es bueno o malo, lo que está bien o está mal.
Para entender bien la conducta moral. Es decir, para que una teoría ética no se aparte de la objetividad, deben evitarse relativismos excluyentes (y el escepticismo, pragmatismo, individualismo subjetivos que les son característicos), así como determinismos absolutos. Los primeros, quitan su carácter de universalidad a muchos valores (nada es bueno o malo, depende cómo se mire) que lo poseen en esencia, impiden la objetividad de la verdad, enjuician al ser humano en su conducta separado de la especie en su totalidad y de la convivencia social en su conjunto. Y, los determinismos, mecanizan la vida de hombres y mujeres, inutilizándolos en su capacidad creadora y recreadora. Los juzgan soslayando su responsabilidad como seres conscientes e impiden entender que la vida exige vivir conforme a algo concreto y que no hay actitudes neutrales, pues siempre la opción (hasta la indiferente) conduce a la identificación con algo.
En resumen, el ser humano es producto de relaciones sociales concretas. Pero, eso no lo exime de su capacidad electiva, su aptitud volitiva y su condición de ser consciente que puede seleccionar, decidir, optar, transformar, elegir, simpatizar, repudiar, preferir, etc. No es un espejo mecánico que refleja sin personalidad la realidad y tampoco es un ente biológico instintivo. Es, en condiciones físicas normales, un ser consciente. Los individuos, por ejemplo, pueden ser distintos en cuanto a su comportamiento sexual, tener una praxis diferente en relación con la pobreza y la marginalidad de las mayorías; poseer diversidad de gustos e intereses, pasiones y sentimientos, acciones y reacciones. “Porque el hombre es el animal que menos leyes naturales posee”.[12] Por ello –se dijo ya– no se puede recurrir a su esencia o naturaleza humana en exclusiva, para calificar su moralidad. Pero, tampoco puede dejarse a la relatividad absoluta la concepción sobre la moral que las personas poseen.
2.3 ¿Cómo fundamentar un criterio de valoración moral?
Es posible fundamentar un tipo de criterio de valoración moral: si por un lado, lo universal se concibe en función del bienestar de la especie humana en su totalidad y no sólo de individuos particulares. Además, si se es crítico y radical[13] al juzgar los planteamientos teórico-filosóficos sobre la moral. En otras palabras, si se da una correspondencia entre teoría y práctica en la concreción de una praxis consecuente del lado de aquello que beneficie el libre desarrollo humano.
En la actual época, cuyas contradicciones son generadas por una postmodernidad regida económica y políticamente por el neoliberalismo, los valores (tomados como la valoración de lo necesario para la vida humana) atraviesan por una crisis. Crisis que, para los países del llamado Tercer Mundo (y para Latinoamérica como parte de él) se agudiza aún más por la característica de contingencia y accidentalidad de la organización social humana: sujeta a las decisiones y alternativas que presente el poder hegemónico del capitalismo mundial. Época, que entre muchas otras cosas, se caracteriza por:
Aunque no son lo mismo, coincide la postmodernidad, con la tesis del fin de la historia,[14] soporte ideológico que sustenta cantidad de valores en crisis. Parte de que: cuando se alcanza el sistema económico, social y político en el que desaparecen las contradicciones de fondo, entonces, la historia termina. Así se aprovechó el derrumbe del socialismo, para asegurar que es éste, el momento de la realización universal del liberalismo en el aspecto político y del capitalismo en el económico. Derivándose, especialmente, una distinta concepción del mundo en relación con la que se tenía. Ahora, “Con la postmodernidad se erosionan y fragmentan, el mito, la utopía, la ideología, la racionalidad histórica, los sistemas, las síntesis, el sujeto histórico y todo aquello que conlleve a la formación de modelos, arquetipos, paradigmas, (...)”.[15]
El individualismo, el derecho del más fuerte, la exclusiva democracia parlamentaria, el consumismo extremo, la pluralidad de partidos (aunque representen mínimos sectores sociales) y la sustitución de éstos por las organizaciones populares de la sociedad civil, la no responsabilidad estatal en cuanto a la prestación de servicios y garantía del progreso, etc. son ideas que se afirman como valores universales últimos a los que debe aspirar la humanidad. Unos tienen naturaleza positiva, otros no, pero como se instituyen y orientan en estos tiempos (sobre la base de la abismal separación entre una minoría muy acaudalada y una mayoría excesivamente pauperizada), necesariamente, son generadores de conflicto: concretado en la ingobernabilidad, el desamparo y la desesperanza de las mayorías. Los hombres y mujeres se vuelven individualidades anónimas, cuya toma de decisiones de forma colectiva y dialogada es casi nula: cada quien debe lograr la consecución de sus propios intereses privados en independencia de los otros miembros de la sociedad. Simplemente, se está generalizando el ignorar a la “otra” y el “otro” y fijar atención en el “yo mismo”. La democracia como auténtica participación popular de las mayorías, es sustituida por la idea de perfección de la democracia parlamentaria, producto de la elección realizada –casi siempre– por las minorías privilegiadas, acompañadas de sectores populares, que en la mayor parte de las veces se les ha impedido sistemáticamente, desarrollar una conciencia de su situación para sí.
La propiedad privada individual, se consagra a deleitar la imaginación de los sectores populares recreándolos en la necesidad consumista, enajenada y enajenante cada vez más, por todo un sistema de comunicación sometido a la rentabilidad del mercado como eje de compra, absorción y control del mayor número de medios informativos. Por el necesario apoyo del capital, para que la comunicación acceda a los avances de la tecnología. Hecho en que, los dueños de los medios se reducen en número, mientras que las y los receptores aumentan. Cada vez más, la minoría causa más impacto sobre la mayoría. Mayoría que, a través de películas y telenovelas por ejemplo, desarrolla valores que la separan del bien común. Valores que más bien son antivalores, por cuanto enajenan a los hombres y mujeres de la realidad de su situación y les provocan el sueño de que sólo se llega a triunfar si se es poderoso económicamente. Pues por lo regular, el imaginario del colectivo, con las intrigas de las telenovelas, es llevado a que en vez del personaje valiente o el perfecto enamorado, sea el rico quien ocupe el primer lugar. Lo mismo da que se sea de África, Asia o América Latina, para la ponderación de los modos de vida que la televisión transmite. Los mismos productos y el mismo mensaje uniformados, giran en función del consumo.
La sociedad de consumo es el eje en torno al cual giran los antivalores de un humanismo abstracto. De una deshumanización real, por la que los valores de libertad y solidaridad pierden su concreción y se quedan sujetos en un ahistórico mundo inalcanzable. Ajeno a las mayorías humanas que lo habitan. Expuestos ya a límites de sobrevivencia, las y los empobrecidos, son testimonio real y receptores de la deshumanización y desvalorización a que, en la actualidad se ha llegado, con respecto a los seres humanos.
Los valores y los seres humanos hoy, están al servicio de los medios técnicos y no a la inversa como debiera ser. La técnica se ha transformado, de auxiliar del ser humano, en su sustituto. Fenómeno aún más evidente, en los países subdesarrollados como los latinoamericanos, en donde es real que “(...) los Estados-Naciones no son más que correas de transmisión de una política de dominación”.[16]
Educar es un valor.[17] Sin embargo, es común que, los agentes del proceso educativo sistematizado y organizado (escolarizado), operan en condiciones laborales, materiales y sociales que obstaculizan el desempeño de docentes y estudiantes en función de una educación en valores. Abundan estudios, reportes y opiniones que indican el estado alarmante de la baja calidad de los resultados educativos. Un ejemplo concreto: las universidades de Nicaragua que aplican exámenes de admisión a estudiantes de primer ingreso, son testimonio de las manifiestas deficiencias de los mismos en cuanto a sus capacidades de comprensión, expresión y razonamiento lógico, entre otras.
Por último, a manera de ejercicio, para este tema, se establece que: es posible encontrar retrocesos o avances en cuanto a concepciones sobre conducta humana y sobre la enseñanza de la moral o la transmisión de valores morales de estos tiempos. Para hacerlo, hay que tomar distancia de los hechos y verificar (especialmente como docentes) si suceden algunos como: la pretensión de regresar a formas de enseñanza y de conducción humanas propias de la Edad Media, cuando la iglesia era defensora de todo conocimiento que impidiera la formación humana con capacidad de libre decisión. También constatar, si se encuentra que, en lugar de poner atención en las causas últimas que están propiciando la pérdida de los valores que enaltecen lo humano, se pretende identificar conducta moral con la profesión de una religión o una opción ideológica-político-partidaria. Y, ya en el campo del ejercicio profesional en el aula de clase, verificar qué criterios morales rigen el comportamiento de las y los docentes, para resistir a los valores (“antivalores”) del sistema, conduciendo a las y los estudiantes por los derroteros del aprendizaje crítico, creativo y autoformativo. O, no resisten y se dedican a promover la erudición en vez de educar.
III. A MANERA DE CONCLUSIONES
A) Sólo la acción humana puede ser catalogada de moral. Aunque los animales irracionales pueden tener de alguna manera “costumbres”, porque manifiestan comportamiento, no se puede hacer referencia a la moral de los animales. El animal mismo no es un sujeto de moralidad. Podrá ser agresivo o manso pero jamás inmoral o moral. Sólo el ser humano “está” y “se sitúa” en el mundo: puede elegir, trazarse caminos y justificar su conducta ante los demás. Puede decidir con cierto margen de libertad, para responder plenamente al valor, para sentir que está hecho para el valor, al obrar bien en función de él mismo y los demás seres humanos. Porque el valor moral supone la entrega libre de la persona. No existe algún valor moral susceptible de desprecio. Pues, siempre será necesaria la respuesta al valor moral. Cada uno de los valores morales posee como exigencia que se le dé respuesta. Por tanto, no dársela es inmoral. Por ejemplo: un individuo es cumplidor de la disciplina que le exige su orden religiosa o institución laboral; pero, es injusto en los negocios, es malo; por inhumano, es inmoral. Igual podría decirse de alguien que practique la austeridad, pero es soberbio. O, de aquel que jamás ha sido injusto, pero le falta misericordia. O, de quien como docente domina la asignatura y cumple con las exigencias didácticas para guiar el aprendizaje, pero manifiesta algún tipo de discriminación en el trato con las y los estudiantes.
B) Hay en hombres y mujeres una conciencia moral. Ésta se manifiesta fundamentalmente, cuando los seres humanos cumplen con una determinada acción de acuerdo con la norma que la regula, ya no sometido con pasividad a la costumbre y la tradición, por temor a los dioses, o, por ajustar su conducta a la opinión de los demás, sino porque han llegado a comprender conscientemente el deber de cumplir con ellas. Esta conciencia moral es producto de un largo proceso de desarrollo histórico: surge al separarse el ser humano de su naturaleza puramente natural e instintiva y posee una esencia social, o sea, cuando es parte integrante ya de la colectividad. Las diversas etapas del devenir social van caracterizándose por cambios en la cultura de los pueblos tanto a nivel material como espiritual, y por ende, se provocan cambios en la conciencia moral, por cuanto esta es individual porque es socialmente cultivada, como parte de la conciencia individual y social general. Es decir que la conciencia moral como forma específica es parte de la conciencia propiamente dicha, esa cualidad que distingue al ser humano de los demás animales.
C) Sin pretender absolutizar la diferencia entre lo que es bueno y lo que es malo, para la humanidad en su totalidad, sí se puede aseverar que la ética es susceptible de poseer un carácter general de valoración. Que está en capacidad de fundamentar un tipo de criterio o de valor moral. Esto significa en lo fundamental, ubicarla objetivamente en la dialéctica especie humana - realidad natural y social. Es decir, sin ignorar los condicionamientos históricos y las potencialidades naturales de la persona, que le permiten un margen de libertad, para actuar, debe considerarse como moralmente aceptable todo aquello que produzca, mantenga y defienda la liberación de hombres y mujeres con respecto a sus relaciones con la naturaleza y el sistema social. Por ejemplo, se considerará más moral la conducta de un grupo social humano, cuando éste, por un lado, ha conquistado una vida segura y digna al optar por aquellas posibilidades que le permiten el dominio armonioso y progresivo del entorno natural. Y, también porque sus opciones económicas, políticas e ideológicas, entre las posibilidades presentadas, le hacen permisible un mejor y mayor control de esas estructuras de la actividad social. Pues, no se debe perder de vista que: jamás hay liberación de la naturaleza sin liberación social. Y, que igualmente, no hay liberación social sin liberación de la naturaleza. La liberación social de los seres humanos presupone la capacidad de controlar, de alguna manera, el mundo natural, siendo éstos [los seres humanos] al mismo tiempo, condición para el ejercicio efectivo de este control.
D) La ética no puede separarse de una praxis histórica. Hombres y mujeres, como seres humanos, son seres activos, reales, que actúan transformando, mediante su actividad práctica, su mundo y todas las circunstancias concretas que la vida en sociedad les presenta. Para la filosofía de la praxis, no es en la razón donde radica primariamente el carácter activo del ser humano. Pues, la razón es activa y dinámica, porque ya lo es la sensibilidad. O sea, gracias a que el sentir humano ya está en interrelación dinámica con el mundo, con la realidad natural y social. La moral, entonces, sólo puede ser fundamentada si al sujeto se le atiende en su relación práctica y sensible con el mundo. En la relación entre ser humano y entorno natural y social, entre ser humano y circunstancias. Importante papel, entonces el de la educación a todos los niveles y especialmente el de la educación escolarizada, que se planifica con más intención.
FUENTES CITADAS
Abbagnano, Nicola (1974): DICCIONARIO DE FILOSOFÍA, México: Fondo de Cultura Economía, Segunda Edición Revisada y Aumentada.
Aldana Saraccini, Aura Violeta (1995/2003): INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA, Nicaragua: UPOLI y Nicaragua: Editorial CIRA.
Frondizi, Risieri (1972): VALOR, ESTRUCTURA Y SITUACIÓN, México: Universidad Autónoma de México.
González, Antonio (1989): INTRODUCCIÓN A LA PRÁCTICA DE LA FILOSOFÍA; San Salvador, El Salvador: UCA Editores.
Mounier, Enmanuel (1974): OBRAS, tomo I, Barcelona: Editorial LAIA.
Moser, Antonio y Leers, Bernardino: Teología moral. Conflictos y alternativas, Ediciones Paulinas, Colección Cristianismo y Sociedad # 8, 1987, p. 20
Rosental, M. y Ludin, P. (1981): DICCIONARIO FILOSÓFICO, La Habana, Cuba: Editora Política.
Sánchez Vázquez, Adolfo (1969): ÉTICA; México, D.F.: Editorial Grijalbo.
Serrano Caldera, Alejandro (1976): INTRODUCCIÓN AL PENSAMIENTO DIALÉCTICO; México: Fondo de Cultura Económica, Primera Edición.
Serrano Caldera, Alejandro (1994): LA FILOSOFÍA ANTE EL RETO DE NUESTRO TIEMPO: POR UNA ÉTICA DE LOS VALORES; Managua, Nicaragua: Editorial Universitaria.
Notas:
[1] Moser, Antonio y Leers, Bernardino: Teología Moral. Conflictos y alternativas, Ediciones Paulinas, Colección Cristianismo y Sociedad # 8, 1987, p. 20
[2] Sánchez Vázquez, Adolfo: Ética, p. 33.
[3] Ibíd., p. 73.
[4] Marx, Karl : Gazette Rhénane. Tomado de: Mounier, Enmanuel: “Obras”, tomo I , 1931- 1939, Editorial LAIA, Barcelona, 1974, p. 839, Resaltado de la redacción.
[5] González, Antonio, Introducción a la práctica de la filosofía, p. 310. Arreglos de la redacción.
[6] Sánchez, Vázquez, Adolfo, Ob. Cit., p. 33.
[7] Ibíd.
[8] Ibíd., p. 147.
[9] Abbagnano, Nicola, Diccionario de Filosofía, p. 149.
[10] Rosental, M. y ludin, P., Diccionario Filosófico, p. 477.
[11] Algunos autores, como Risieri Frondizi, califican los valores morales como estructura, porque estos no existen “por sí mismos”, sino que “necesitan de un depositario en que descansar”. O sea, que son cualidades de objetos y fenómenos de la realidad natural y social. (Ver: “Qué son los valores”, Documento fotocopiado por la Dirección de Desarrollo Docente de UPOLI).
[12] Ibíd.
[13] Radical: ir a la raíz, a la causa última y “verdadera” de los hechos.
[14] Tesis que, a partir de la filosofía de Hegel, el Filósofo Francis Fukuyama revive y retorna al debate.
[15] Serrano Caldera, Alejandro: La filosofía ante el reto de nuestro tiempo, p. 13.
[16] Serrano Caldera, Alejandro: La Filosofía ante el Reto de Nuestro tiempo, p. 35.
[17] Un valor desde el punto de vista educativo, es aquello a lo que se decide dedicar la vida que se concreta en bienes humanos. Una persona puede haber decidido dedicar su vida a educar. Pero, puede hacerlo desde diferentes bienes sociales: la familia, la Dirección de Educación Pública, la Escuela o la Universidad, etc.
de nuestra vida cotidiana, es un hecho humano entre
Adolfo Sánchez Vásquez
otros, sino que es valioso, tiene para nosotros un valor”.
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